TRECE AFORTUNADO.

I

Ingratos rincones cuestionados, no se deja sentir en la suavidad de las espinas.
Tinta del tintero del viejo andaluz, el silencio es perdón del papel transparente.
Porque ellos comen y se van, o mueren en la ambrosía, dulce juventud caída.
Porque mis ojos son promesa,
Porque mis manos son promesa de la nada.

II

Contra ellos, y los finales incórdiales, si, contra sus esposas prostituta
¡Qué soy de piel antigua!
Contra sus ex, que son asaeteadas de incógnitas, y contra mí, que no se describir el movimiento del libertinaje en puertas del algodón.
Contra las garras de la poetisa, y se corrompe, en su místico poder.

III

Porque sabíamos que era morir en bocas quebrantadas, cuando mi lengua pasaba por tus recuerdos alevosos y desprendías vocablos incoherentes.
Cuando cada letra mataba tu nombre en mi sexo, y tu orgasmo era libertad.

IV

Parte de mí la huida de su inercia,
parte de mí la huida de su extravagancia.
Parte del silencio del entierro, del entierro del silencio.
Parte de botellas en aceras, en aceras hechas de recuerdos.

V

Porque son simplemente palabras, no encajan en tus pulmones podridos.

VI

Se rompe la trágica idiosincrasia del cuervo predilecto,
del ser que fue en su cuerpo intrascendente.
De la suavidad de la agrietada adversidad que reside en cuentas bancarias.
Se fuga en campanarios, en leyendas infantiles que marcan los ojos dentellados.

VII

Aun a riesgo de que su calor se acople a la sugestión de un despido placentero, fumé el pacto con mi alma.
¿Dónde estás?

VIII

Búscame, en infinidades de dialectos injustificables para nuestra edad, que el ser superior desfallece en los elixires de nuestras vigas artificiales.

IX

Diosa mía, si los finales no fueran herméticos, si tu piel no fuera ajena a mis dientes…
¡Que pecado!
Fornicar no es tan malo como se dice en el libro de la vida, la monogamia se perdió entre las piedras calientes.

X

Cállate, que la puerta se golpea
se suicida en tonos verdes
y los querubines lloran
porque te han encontrado culpable
porque la tentación
muere en mi aura.

XI

¿Qué era el querer? En esta casita de amapolas subliminales.

XII

¿Podes amarme tres veces por semana?
El erotismo se escapa de mis falanges.

XIII

Nos perdimos en el turismo emocional, en la vida de la vida que pasó o que alguna vez soñaste entre las cortinas enojadas.
El ciego que no cruza tus aguas sosegadas, soy o sos algo que envenena mi tierra caliente.

XIV

Crónica inservible en laringes rotas, dulces santos crucificados en notas macabras.

XV

Pobre criatura ¿Quién es? O era en sus diabólicas noches de sucia pureza, inherente canto de loba en celo.

XVI

Consumismo insatisfecho, que mi sangre rueda sobre tu alabanza a santas llenas de aire. Era yo, lo juro, y era la desdicha que colmó tus dedos de mala ortografía.
En términos vulgares, te di el don del poeta borracho, me diste inspiración y un orgasmo por la mitad.
Mano derecha, bebe de mi…
De mi talento oculto en dientes de cianuro.

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